Mayo había sido un mes agitado. Aunque Liliana se esforzaba en aprender, el Rengo no parecía impresionado. Es más, desde que había pasado lo de la Plaza de Mayo, el día primero, entre Perón y la JP, César Carlos evitaba hablar de política; o por lo menos lo evitaba con ella, porque una mañana temprano lo cruzó en la escuela, cerca de la Sala de Profesores, conversando con Madame Berazategui, y alcanzó a escuchar las palabras “vanguardia”, “fuerzas populares”, “reacción” y “cerco”.
Liliana no llegó a entender de qué hablaban así que en el recreo que seguía a la hora de música encaró a su compañero. Al Rengo no le gustaba que le hicieran preguntas, así que, visiblemente molesto le dijo que en el nivel de formación política en el que ella estaba le iba a ser muy difícil entender los avances y retrocesos de las luchas populares. Después, con un tono condescendiente e irritante pasó a explicarle que el “viejo” (a Liliana le pareció que referirse al Presidente de la Nación como “viejo” era una falta de respeto) estaba perdiendo contacto con las bases porque los burócratas lo tenían apartado. Dicho esto, dio media vuelta y se fue a buscar a Cacho para armar un partidito de fútbol.
Liliana se sintió desolada primero y furibunda después. ¿A qué venía ese tono del Rengo? ¿Cómo se había atrevido a contestarle así? ¿Quién se creía para suponer que ella no entendería? ¿Acaso la vieja de Francés si? ¿Berazategui si estaba en el mismo nivel de formación política que él? ¿Sabía esa mujer la diferencia entre medio y modo de producción? ¿Madame acaso se habría pasado, como lo hizo Liliana, toda una mañana de sábado en una casa mugrienta en Barrio Güemes, tratando de entender esos conceptos de Marx, con el fin de impresionar al Rengo?
Paró de hacerse preguntas cuando sonó el timbre del final del recreo. Trató de controlarse y pensar en otra cosa, pero no pudo. Durante toda la clase de geografía estuvo fantaseando cuál sería la verdadera naturaleza de la conversación entre el Rengo y Berazategui. La Susy intentó hacerle una pregunta sobre el tema de clase pero Liliana no contestó. Estaba ensimismada buscando las palabras que definieran su situación. De repente, algo de todas las teorías que venía incorporando le sirvió para entender lo que sucedía. Las palabras “asimetría” e “injusticia” se dibujaron delante suyo como escritas en el pizarrón. Después de todo, si el Rengo luchaba por un mundo nuevo sin diferencias, era una contradicción manifiesta, y peor aún, una “contradicción burguesa”, el hecho de negarle la palabra. De todas maneras, no lo encaró al final de la clase. Se limitó a atesorar argumentos para espetárselos en un encuentro próximo, y trató de seguir la vida como si nada pasara.
Tanto el resto de mayo como junio fueron fríos, y el clima se convirtió en uno de los temas centrales de conversación, además de la salud del presidente, que se había agravado con una neumonía la volver de un viaje a Paraguay. Liliana notaba que la gente estaba inquieta y que se multiplicaban los chistes sobre Isabel Perón. Generalmente era la Susy la que empezaba la mañana con alguna historia supuestamente graciosa donde la vicepresidente era descripta como estúpida, puta o subnormal; lo que provocaba las contestaciones guarangas de Moncho, que declaraba a los gritos que en su familia eran todos “Peronistas de Perón”, y que no tenía porque soportar esas agresiones.
El primero de julio había sido parejamente aburrido como todos los lunes, con el agravante de que tenían clase en el contraturno. Pasada la hora del almuerzo, en vez de entrar directamente a las aulas, la vicedirectora los hizo formar en el patio y les leyó:
“El señor teniente general Juan Domingo Perón ha padecido una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca, episodios de disritmia cardíaca e insuficiencia renal crónica, estabilizadas con el tratamiento médico.
”En los recientes días sufrió agravación de las anteriores enfermedades como consecuencia de una broncopatía infecciosa.
”El día 1° de julio a las 10.25 se produjo un paro cardíaco del que se logró reanimarlo, para luego repetirse el paro sin obtener éxito todos los medios de reanimación de que actualmente la medicina dispone.
”El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13.15 horas.
”Firmado: doctores Cossio, Taiana, Liotta, Vázquez.”
La primera reacción fue de silencio y desconcierto. Después se escucharon algunos llantos, comentarios bajos, rumores. Antes de que empezaran a hablar más alto, la vicedirectora volvió a pedir silencio e indicó que ante la situación de Duelo Nacional, debían volver a sus casas, y mantenerse atentos a la radio y los diarios para saber cuando retornar a clase. Liliana intentó lograr que César Carlos la acompañara hasta la salida, pero el Rengo estaba ocupado discutiendo con Cacho. Se sintió desolada. Pensó si realmente tenía sentido seguir sosteniendo el intento de militancia si no conseguía la atención del Renguito, hasta que se acordó que en el curso de formación política de la agrupación, se había cruzado un par de veces con el chico Ramírez.
Liliana no llegó a entender de qué hablaban así que en el recreo que seguía a la hora de música encaró a su compañero. Al Rengo no le gustaba que le hicieran preguntas, así que, visiblemente molesto le dijo que en el nivel de formación política en el que ella estaba le iba a ser muy difícil entender los avances y retrocesos de las luchas populares. Después, con un tono condescendiente e irritante pasó a explicarle que el “viejo” (a Liliana le pareció que referirse al Presidente de la Nación como “viejo” era una falta de respeto) estaba perdiendo contacto con las bases porque los burócratas lo tenían apartado. Dicho esto, dio media vuelta y se fue a buscar a Cacho para armar un partidito de fútbol.
Liliana se sintió desolada primero y furibunda después. ¿A qué venía ese tono del Rengo? ¿Cómo se había atrevido a contestarle así? ¿Quién se creía para suponer que ella no entendería? ¿Acaso la vieja de Francés si? ¿Berazategui si estaba en el mismo nivel de formación política que él? ¿Sabía esa mujer la diferencia entre medio y modo de producción? ¿Madame acaso se habría pasado, como lo hizo Liliana, toda una mañana de sábado en una casa mugrienta en Barrio Güemes, tratando de entender esos conceptos de Marx, con el fin de impresionar al Rengo?
Paró de hacerse preguntas cuando sonó el timbre del final del recreo. Trató de controlarse y pensar en otra cosa, pero no pudo. Durante toda la clase de geografía estuvo fantaseando cuál sería la verdadera naturaleza de la conversación entre el Rengo y Berazategui. La Susy intentó hacerle una pregunta sobre el tema de clase pero Liliana no contestó. Estaba ensimismada buscando las palabras que definieran su situación. De repente, algo de todas las teorías que venía incorporando le sirvió para entender lo que sucedía. Las palabras “asimetría” e “injusticia” se dibujaron delante suyo como escritas en el pizarrón. Después de todo, si el Rengo luchaba por un mundo nuevo sin diferencias, era una contradicción manifiesta, y peor aún, una “contradicción burguesa”, el hecho de negarle la palabra. De todas maneras, no lo encaró al final de la clase. Se limitó a atesorar argumentos para espetárselos en un encuentro próximo, y trató de seguir la vida como si nada pasara.
Tanto el resto de mayo como junio fueron fríos, y el clima se convirtió en uno de los temas centrales de conversación, además de la salud del presidente, que se había agravado con una neumonía la volver de un viaje a Paraguay. Liliana notaba que la gente estaba inquieta y que se multiplicaban los chistes sobre Isabel Perón. Generalmente era la Susy la que empezaba la mañana con alguna historia supuestamente graciosa donde la vicepresidente era descripta como estúpida, puta o subnormal; lo que provocaba las contestaciones guarangas de Moncho, que declaraba a los gritos que en su familia eran todos “Peronistas de Perón”, y que no tenía porque soportar esas agresiones.
El primero de julio había sido parejamente aburrido como todos los lunes, con el agravante de que tenían clase en el contraturno. Pasada la hora del almuerzo, en vez de entrar directamente a las aulas, la vicedirectora los hizo formar en el patio y les leyó:
“El señor teniente general Juan Domingo Perón ha padecido una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca, episodios de disritmia cardíaca e insuficiencia renal crónica, estabilizadas con el tratamiento médico.
”En los recientes días sufrió agravación de las anteriores enfermedades como consecuencia de una broncopatía infecciosa.
”El día 1° de julio a las 10.25 se produjo un paro cardíaco del que se logró reanimarlo, para luego repetirse el paro sin obtener éxito todos los medios de reanimación de que actualmente la medicina dispone.
”El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13.15 horas.
”Firmado: doctores Cossio, Taiana, Liotta, Vázquez.”
La primera reacción fue de silencio y desconcierto. Después se escucharon algunos llantos, comentarios bajos, rumores. Antes de que empezaran a hablar más alto, la vicedirectora volvió a pedir silencio e indicó que ante la situación de Duelo Nacional, debían volver a sus casas, y mantenerse atentos a la radio y los diarios para saber cuando retornar a clase. Liliana intentó lograr que César Carlos la acompañara hasta la salida, pero el Rengo estaba ocupado discutiendo con Cacho. Se sintió desolada. Pensó si realmente tenía sentido seguir sosteniendo el intento de militancia si no conseguía la atención del Renguito, hasta que se acordó que en el curso de formación política de la agrupación, se había cruzado un par de veces con el chico Ramírez.
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